Por Omar Osorio
Mar Azul Olas que susurran, el Océano respira: regeneración. Somos agua. La esencia del mar fluye en nuestras venas, un río ancestral que late al ritmo de las mareas. El océano no está "ahí afuera": es parte de nosotros. Como él, somos 70% agua; como él, nuestro equilibrio es frágil. Pero hoy, ese equilibrio se rompe. Nuestro mar exterior —acidificado, contaminado, saqueado— ruge con una furia ancestral, un grito de carbono atrapado, un latido de vida que, lentamente, se apaga. La temperatura global supera los 1.7°C, los arrecifes de coral mueren en silencio, y cada minuto, un camión de basura plástica se vierte al océano. Los gobiernos protegen poco más del 1% del Océano - se dice que es el 8% -, mientras las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) siguen siendo botines de guerra para la explotación. No es un problema de falta de soluciones. Es una crisis de humanidad. Pero en la oscuridad de las profundidades, donde la luz nunca llega, algo titánico se mueve. No se trata de salvar al océano. Se trata de dejar que el océano sea el tsunami de soluciones que desestabilice todo lo que creíamos saber. Los manglares, las praderas marinas, los corales: todos ellos son solo los primeros susurros de un proceso mucho más grande. El verdadero guardián del clima yace en las profundidades, en los fondos marinos donde el Carbono Blanco ha estado enterrando carbono durante millones de años. Este proceso, lento e inquebrantable, ha mantenido la estabilidad de la Tierra. Pero hoy, lo alteramos. Lo perturbamos. El océano está colapsando, y con él, nuestra forma de vida. Este no es un llamado a salvar el océano, sino a que el océano nos sacuda hasta los cimientos, nos arrastre hacia su abismo de soluciones olvidadas. Las ZEE deben ser territorios sagrados, no parques de extracción. La pesca industrial, los vertidos de plásticos, las perforaciones en los fondos marinos: todos deben cesar. Las soluciones no vendrán de la cima. El cambio empieza en las profundidades. Imagina un mundo donde el 100% de las ZEE sean santuarios, donde las comunidades costeras vuelvan a ser guardianes, no explotadores, y donde los océanos, los guardianes del carbono, sean tratados como los auténticos termostatos planetarios. El océano es nuestra herencia, no un recurso para devastar. La economía, la humanidad misma, ha vivido de espaldas a este poder. Generando entre USD 3 y 6 trillones anuales, el océano es mucho más que una fuente de riqueza. Es el equilibrio global. Y si ese equilibrio cae, lo hará todo lo demás. La respuesta es esta: el océano no necesita ser salvado. Es el océano el que nos salvará, si dejamos que lo haga. Este Tsunami Social no es un clamor por políticas tímidas, ni por promesas vacías. Es un desafío, una ruptura. Una fuerza imparable que recorre las profundidades oceánicas y se eleva, dispuesta a arrasar con las estructuras que nos han llevado al borde del colapso. Este pacto no es de gobiernos. No es de ONGs. Es un pacto con el océano.Un pacto que no negociamos. Únanse a este tsunami o seremos sepultados bajo él. El autor es Director y Publisher de www.carbonoblanco.org El sistema de eliminación y captura permanente de Carbono inorgánico más eficiente del mundo.
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Marzo 2025
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