Por Omar Osorio El Neo Renacimiento de la Civilización Estamos al borde, atrapados en una ilusión que nosotros mismos tejimos. Mucho se ha dicho del "Plan A", los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el supuesto mapa maestro para salvarnos, pero en 2025, a medio camino rumbo a 2030, las cifras cantan una verdad cruda: los avances son sombras débiles frente a la tormenta. La equidad de género, por ejemplo, tardaría más de 200 años en lograrse, un plazo absurdo que raya en lo imposible, y así con cada ODS —pobreza, hambre, clima— estancados en promesas que se desvanecen. La deuda global trepó a 318.4 billones de dólares en 2024, tras los 315 billones del primer trimestre según el Institute of International Finance, con un ratio deuda/PIB que pasó de 336% en 2023 a 328%, dice Reuters —una carga invisible que nos encadena al miedo. Saqueamos la Tierra como si nunca fuera a agotarse: el Día de Sobrecarga llegó el 2 de agosto de 2023 y el 1 de agosto de 2024, murmura la Global Footprint Network, consumiendo más de lo que el planeta puede dar. Los océanos, nuestro aliento profundo, toman entre el 25% y el 30% del CO₂ anual, según el IPCC, pero se ahogan bajo la acidificación y el calentamiento. La sedimentación biogénica carbonatada, que en su plenitud captura 1.76 gigatoneladas de CO₂ al año dentro del carbonato de calcio (CaCO₃) —de las 4 gigatoneladas totales de CaCO₃ que el fondo marino acoge, (Carbono Blanco)—, ha caído a 0.9 gigatoneladas de CO₂ en 50 años por nuestra mano implacable. Esto no es una crisis natural; es un espejismo artificial que nos lleva al abismo. El sistema que nos encadena es irreal, una historia de escasez que nos susurra al oído: "Sigue o quedas fuera". El U.S. Debt Clock gira sin cesar, el Climate Clock marca el tiempo que nos queda, el Doomsday Clock nos mira desde el borde del fin. El 0.01% amasa fortunas que deslumbran mientras el resto carga el peso, pero si todo colapsa, no habrá oro que los salve. Esta policrisis —la triple amenaza de cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación, según la ONU— danza con migración forzada, derechos humanos rotos, bioseguridad en riesgo y seguridad global al límite. El Acuerdo de París soñó con limitar el calentamiento a 2°C, mejor aún a 1.5°C, pero Copernicus nos despierta: 1.6°C en 2024, 1.75°C en enero de 2025, con NASA y Berkeley Earth asintiendo desde sus datos. La COP16 del Convenio sobre la Diversidad Biológica comenzó en Cali en octubre de 2024 y, tras un traspié, culminó en Roma en febrero de 2025, logrando sus objetivos. Sin embargo, las COPs —como la UNFCCC COP29 con NDCs débiles— no han detenido el colapso. Los sistemas políticos tropiezan con cada elección; EE.UU. ha abandonado el Acuerdo de París dos veces, reiniciando el juego mientras Gaia sigue su danza, ajena a nuestras urnas. El "Plan A" se desvanece; la Gran Pausa Regenerativa, el Plan "B", no es un sueño para los que se aferran a lo viejo —es la respuesta lógica a este caos, porque las vacaciones se las damos a Gaia o ella las tomará sin preguntar, y todos debemos decidir. Imagina una tregua de 20 años: un silencio global que evoca cómo, durante el COVID-19, la humanidad pudo detenerse —no como fantasía, sino como un hecho real, cargado del dolor de vidas perdidas que merece respeto—. No prohibimos nada; lo contamos todo —el daño que nos trajo aquí y el camino que nos saca—. "¿Cómo viviremos en pausa?", preguntarán. Con un ingreso básico universal de 1500 dólares* al mes para 8 mil millones, sostenido por gobiernos que aseguren comida y energía al máximo. Los millonarios, que lo perderán todo si colapsamos, aportan a un fondo global para esta pausa, deducible de impuestos —no es generosidad, es su propia piel en juego—. Los gobiernos no caen: redirigen subsidios destructivos hacia la regeneración, alineándose con las metas de las COPs, pero con un consejo transnacional que las hace vinculantes, medibles y reales, algo que las cumbres no lograron solas. Esto no es un anhelo; es la verdad que ya late y que boicoteamos. Los días de sobrecarga por país, según la Global Footprint Network, cantan la desigualdad: no todos consumimos igual, y esta pausa lo equilibra. Esos 20 años son las vacaciones que Gaia merece, el neo-renacimiento que ya susurra. Dejemos morir lo viejo —este sistema agotado— y que resurja la nueva generación, por justicia, por convicción. La Tierra respira hondo: ecosistemas se alzan, insectos zumben, fauna y flora florecen, los océanos sanan y reequilibran el ciclo del carbono que el Acuerdo de París no ha podido salvar aún. La humanidad despierta, por medio de internet e inteligencia artificial: recibe cultura, conocimiento, prácticas regenerativas, mientras niños y jóvenes se forman para una economía azul que abraza la bioeconomía circular —reducir, reutilizar, biodegradar con inocuidad—, con el propósito común de restaurar y armonizar los ecosistemas. La permacultura y la bioeconomía circular se masifican dentro de esta economía azul —su sentido común nos sacude—, y todos reconectamos con el alimento, el latido de la vida, dejando atrás la escasez inventada por una abundancia natural y compartida, sin reciclar desechos inorgánicos que nunca dejan de serlo. El océano, olvidado, nos guía: su fuerza, respaldada por la economía azul del Banco Mundial y la UNESCO, traza el sendero. La tecnología, ágil y clara, nos impulsa: amplifica la verdad, acelera el cambio, nos lleva de la crisis a la liberación. El Planetary Health Check lo murmura: el planeta está herido, pero vivo, esperando que dejemos de agredirlo. La deuda nos esclaviza, el déficit ecológico nos cerca, los océanos claman. Este sistema no es real; es una mentira que se detiene o nos hunde. El Plan "B", la Gran Pausa Regenerativa, no es un respiro; es la revolución que rompe las cadenas mentales y nos entrega un neo-renacimiento civilizatorio. Responde a la triple crisis planetaria de la ONU y supera las COPs —UNFCCC COP29 con metas frágiles, CBD COP16 de Cali a Roma con sus logros—, reformando lo inútil, evaluando lo viable, evolucionando hacia un sistema medible y vinculante que las cumbres no lograron solas. Los millonarios aportan o pierden todo, los gobiernos redirigen recursos a lo que ya vive, la tecnología al servicio de las sociedades nos libera, la permacultura y la bioeconomía circular dentro de la economía azul nos arraigan, el océano nos inspira, y la educación nos prepara. El Climate Clock no miente, el Doomsday Clock no espera. Las vacaciones se las damos a Gaia, o ella las tomará sin preguntar —no hay renuncia, solo decisión—. La abundancia está aquí; dejemos morir lo viejo y demos paso a lo nuevo. ¡Viva Gaia, Viva la Vida, Viva la Tierra y el Sol que nos ve renacer desde y hacia su núcleo! Todos decidimos si paramos y florecemos, o seguimos al vacío. ¿Tiene usted un Plan C? *ingreso básico universal de 1500 dólares (IBU). No se asusten financieros que si bien existe hoy esa riqueza también podemos crear un sistema o moneda virtual con toda la seguridad para este periodo y para estos motivos y un respaldo en ecosistemas regenerados. El autor es Director y Publisher de www.carbonoblanco.org El sistema de eliminación y captura permanente de Carbono inorgánico más eficiente del mundo. Fuentes
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