Escenarios de la relación hombre-naturaleza
Desde mi especialidad – soy geólogo de todo corazón - , quise concebir algunos escenarios de la relación hombre-naturaleza. Primer escenario: el tiempo … ¡Nada! O sea, nada que cuente. El millón de años de nuestra humanidad, el Cuaternario de los geólogos, todo el tiempo de dicha relación, casi no cuenta a escala de los 70 millones de años de vida de los mamíferos del Cenozoico; es todavía menos significante frente a los 570 millones del Fanerozoico, esos cientos de millones de años de la vida evidente desde los trilobites hasta nuestras vacas. ¿Que es finalmente un millón de años frente a los 4,000 millones de años de toda la vida sobre la tierra? Insisto …Nada. Sin embargo, algo pasó en este insignificante millón de años y en sus aún más ínfimos fragmentos, como son los 50 mil años del homo sapiens, los 2 mil de nuestra era, este siglo o los últimos 15 años; algo paso que nos tiene aquí reunidos y preguntándonos sobre un posible final de toda esta vida. Creo que este algo pasó en otro escenario, el del espacio. Es en esta dimensión que se agiganta el hombre. No hablo solamente del espacio geográfico, todo “conquistado”. Desde el nivel subatómico hasta el nivel cósmico pasando por todos los ecosistemas, en todo el espacio, se ha hecho presente el hombre en su quehacer productivo y destructivo y/o por su conocimiento. La imagen más expresiva en la fusión de estos escenarios es la de una explosión. Es, a mi parecer, otro escenario de la relación hombre-naturaleza. “ Todo el espacio en nada de tiempo” es una explosión de la vida, la explosión de lo natural vía el hombre. No es la primera explosión que se vive en la larga cadena de la evolución: el advenimiento de la fotosíntesis en el precámbrico fue una; la conquista de tierra firme por seres paleozoicos, otra; la floración y la lactancia en el final del mesozoico son expresiones de una de las últimas. Es lo que nos enseña la paleontología, ciencia que combina otros dos escenarios de la relación hombre-naturaleza: el geológico y el biológico. Si recorremos el escenario geológico, encontramos niveles en los que todavía podemos concebir determinaciones del comportamiento humano por fenómenos del subsuelo. La simple distribución de los recursos naturales del subsuelo es sólo un elemento de estas determinaciones. La movilidad de la corteza terrestre, su vida, influyen a niveles más profundos; no obstante, conviene apuntar que los hombres se hacen cada vez más independientes de los procesos abióticos, gracias a sus técnicas. En este mismo escenario destaca el importante papel que juega el hombre como factor cada vez más activo de procesos geológicos, tales como la erosión, la sedimentación, o los ciclos geoquímicos. En este papel matizado solamente por la brevedad de su acción (menos de un millón de años) el hombre imprime una aceleración a los procesos geológicos, que supera con creces el ritmo de los procesos fisicoquímicos y biológicos que los caracterizaban. El poder de inserción del hombre en procesos geológicos, algunos de alto riesgo para la humanidad, sigue creciendo al ritmo de la industrialización y de la ciencia. En el escenario ecológico, donde por inercia se acostumbra ubicar con insistencia la relación hombre-naturaleza, ¡que satisfacción da al geólogo constatar las condiciones que implica una visión de un mundo en constante cambio y evolución!. Entusiasman las evidencias de que tanto en lo biológico como en lo abiótico, en los ecosistemas como en la corteza terrestre, todo en la naturaleza, incluyendo los mismos ecosistemas y la propia corteza terrestre nace, vive muere, esté o no el hombre. En cuanto a éste, fósil índice del cuaternario, se yergue simplemente como una parte esencial de la naturaleza, también en este escenario, siendo a la vez negación de esta, como lo han sido en su tiempo, a su ritmo y a su manera, todos los seres que lo precedieron, incluyendo los gusanos del cámbrico o los grandes reptiles dueños del mesozoico. En otro orden de ideas, conviene apuntar que la compleja interrelación entre elementos de los ecosistemas, siempre incluye alguna dependencia de factores del subsuelo, a menudo suelo mediante, siendo estos factores no solamente la composición litológica del substrato, sino en mayor grado la condición de evolución cortical. Si el hombre es ya capaz de influir en esta evolución cortical, encontraremos un nuevo medio de su acción sobre los ecosistemas. Cuando el hombre actúa como factor geológico es simplemente porque, antes que el, la vida, los ecosistemas enteros lo han hecho, moviendo y/o transformando la corteza. Para ilustrarlo se puede mencionar solamente las evidencias geológicas de ecosistemas enteros fosilizados como, por ejemplo, los espectaculares afloramientos de calizas de la Sierra Madre Oriental o los yacimientos mexicanos de carbón o petróleo. El ecosistema humano, porque ya en alguna forma todos los ecosistemas de nuestro planeta lo son, busca sus nuevos equilibrios rompiendo los demás, dejando también entre los estratos testimonios fósiles tan abrumadores como nuestros tiraderos, o las consecuencias petrificadas de nuestras grandes obras hidráulicas, por ejemplo. Brinco al escenario social. De todos, tal vez el más envolvente de la relación hombre-naturaleza por ser sede de nuestras angustias y seguramente medio fundamental en nuestras propuestas de solución. A primera vista, en esta escenario, poco tiene que ver el geólogo, que tradicionalmente se esfuma después de entregar a la humanidad las riquezas que el sabe ubicar en las entrañas de la tierra. Pero pensándolo bien, a el debemos gran parte de esta forma exitosa de adaptarse del hombre como nuevo eslabón de evolución de la naturaleza: esta esencia de las relaciones sociales, fuente del poder y de las relaciones de dominio sobre la naturaleza y el mismo hombre que es la instrumentalidad. Desde el paleolítico. Es del subsuelo que el hombre ha sacado gran parte de los elementos esenciales de lo que constituyeron los instrumentos más primitivos hasta los de la revolución industrial. Conocer el subsuelo, ubicar los yacimientos, extraer y transformar los recursos, son procesos productivos que requieren en una proporción importante de los instrumentos de la humanidad implicados así en forma directa en la relación sociedad-naturaleza, a un nivel donde predomina el saqueo indiscriminado de los recursos. Es un saqueo colectivo en el que poco importan los ciclos geológicos, de millones de años, de circulación, de reposición y almacenamiento de energía y elementos útiles, en el que no se toma en cuenta el riesgo potencial de introducción de estos en las cadenas alimenticias, en el aire y las aguas de todo lo vivo; en el que, aún con los desequilibrios y múltiples victimas a la vista, se sigue profundizando en un desafío permanente a la supervivencia. La extracción y transformación de los recursos del subsuelo, es precisamente una actividad de la producción en la que, buscando al máximo altos rendimientos, eficiencia y productividad, poco importa el deterioro del paisaje, frente al recurso explotado, o el de las comunidades indefensas, enajenadas y/o cómplices. La dimensión real del papel de la sociedad y de su instrumentalidad con sus complejas redes de relaciones de producción, de mercado, de conocimiento, de identidad, de poder y de desarrollo en el escenario geológico, se puede medir considerando el papel del hombre en la erosión. La acción –racional o no- de todos los agricultores que de siglos en siglos se han sucedido, utilizando los instrumentos más primitivos hasta las más sofisticadas máquinas modernas de arado, ha propiciado la movilización y transporte de partículas de suelo y roca hacia las cuencas de sedimentación. Es, de todos, el proceso más consistente y activo de erosión en la historia geológica: sólo se matiza por su brevedad de menos de diez mil años. Si lo sumamos a otras acciones de erosión del hombre, derivadas de practicas de pastoreo, de tala de bosques, de obras que implican la remoción de grandes volúmenes de roca, de ubicación de desechos, de explosiones subterráneas y de cambios artificiales de las condiciones físico-químicas del aire y del agua (lluvias ácidas, por ejemplo), estamos frente a una aceleración repentina de este proceso natural. Es una aceleración que supera considerablemente el ritmo de los procesos físico-químicos externos e internos que han caracterizado al proceso de erosión antes del hombre y que se debe en esencia, al poder energético de sus instrumentos. Estos instrumentos se han vuelto no solamente la esencia de nuestra humanidad, sino también la fuente de imposición de los patrones de desarrollo. Alrededor de ellos, se han organizado nuestras ideas, nuestro lenguaje, creando nuevas necesidades, mitos y tabúes sobre la naturaleza y el mismo hombre. Siendo los medios fundamentales de nuestra relación con el medio ambiente, los instrumentos del hombre nos han orillado a adoptar patrones de desarrollo cada vez más independientes de lo ecológico, cada vez más orientados a satisfactores sociales, lo que forzosamente pone en peligro los ciclos de reposición de los recursos para el hombre. Así, la instrumentalidad tiende a liberar al hombre cada vez más de las determinaciones geológicas y biológicas. Al influir el hombre con su ciencia y técnica mediante los cada vez más sofisticados instrumentos de su desarrollo que lo llevan a ser un factor de los más activos de los procesos geológicos y/o biológicos, sin cuidar de los equilibrios, establece una relación natural en desequilibrio explosivo cuya victima es él mismo. El hombre víctima del hombre, por la violenta respuesta de la naturaleza, es otro escenario, En cada uno de nosotros impera a la vez la identidad hombre-naturaleza y el enfrentamiento de las fuerzas que lo oponen a ésta. En este escenario, el geólogo es uno de los primeros involucrados. Por caminar el mundo en sus alejadas intimidades, sabe como nadie de esta identidad; conoce las veredas del mundo, descubre sus santuarios, canta su belleza y grandeza. Pero más que cualquier otro lo hace con la mirada fija en sus recursos, los del subsuelo, importándole poco que éstos en su mayoría sean por esencia no renovables. El geólogo ayuda en forma determinante al saqueo y/o uso irracional de recursos que concentran, a niveles altamente peligrosos para la humanidad, energía fósil o nuclear y/o elementos de alto riesgo para la vida, como los metales pesados o radioactivos. En este escenario individual donde la carga de enajenaciones lleva a la tremenda contradicción de ser uno mismo recurso natural del hombre, no se trata de culpar. El geólogo juega en alguna forma el mismo papel en la necesaria convivencia de producción y destrucción, que el campesino en su amor a la tierra, que el poeta que canta la vida sobre papel –bosques y selvas talados-, o el monje tibetano que aún en su retiro espiritual, de alguna forma consume y depreda como cualquier ser vivo. Otro escenario es el universal, en el que tiempo, espacio, explosión de lo humano, mundo abiótico, biológico, social e individual, todos los escenarios se unen en una sola realidad, escenario único de la relación hombre-naturaleza. Si queremos preservar, algún tiempo, a la humanidad, no a la naturaleza que cambia y evoluciona integrando ya al ser y conocer humano, tendremos que manejar la complejidad de esta realidad de tantos escenarios en el único a nuestro alcance. Es en el escenario social que podemos replantear los términos del desarrollo, modificando la instrumentalidad de la humanidad, adecuando los ritmos del hombre a equilibrios que propician la reposición de los recursos bióticos y abióticos que la sustentan. Publicado en México en la obra de recopilación: Hacia una cultura ecológica. CENTRO COORDINADOR Y DIFUSOR DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS. DEPARTAMENTO DEL DISTRITO FEDERAL. FRIEDRICH EBERT STIFTUNG – MEXICO. ISBN 968-36-1502-3 Primera edición en español 1990. PRIMERA PARTE. HORIZONTES DE UNA CULTURA ECOLOGICA.
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Dr. Anatole Roger Mauvois GuitteaudGeólogo, PhD Archivos
Octubre 2023
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